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Leishmaniosis en perros

La prevalencia de la leishmaniosis canina en la Comunidad de Madrid y en la mayoría de las Comunidades Autónomas españolas es en torno al 7-8% (COLVEMA), aunque hay ciudades que sobrepasan en mucho esta cifra (Córdoba 25%, Málaga 35%, Barcelona 18%). Los perros se encuentran en riesgo permanente de contraer la enfermedad. La proliferación de flebotomos debido al cambio climático eleva el número de perros infectados. En la Comunidad de Madrid, desde 1983 existe un Programa de Vigilancia y Prevención de leishmaniosis canina.

Transmisión de Leishmania al perro

La transmisión es a través del insecto flebotomo aunque hay evidencias recientes que describen la transmisión vertical (de madres a hijos) en perros y la transmisión horizontal a través del contacto sexual.

En este punto hay que tener especial cuidado si se viaja con el animal, ya sea de una zona endémica a una libre, o viceversa, dado que sin un exhaustivo control podemos ayudar a la diseminación del parásito

Síntomas de la leishmaniosis en el perro

El período de incubación puede variar entre 3 y 18 meses. De forma excepcional, la enfermedad puede permanecer en latencia durante varios años. Algunos perros son resistentes y, aunque reciban picaduras de los flebotomos, nunca mostrarán síntomas de la enfermedad siempre y cuando estén correctamente alimentados y no estén sometidos a estrés. Esta resistencia, probablemente, está determinada genéticamente. Esto hace que perros aparentemente sanos puedan estar incubando la enfermedad y transmitiéndola. Es por ello aconsejable realizar análisis anuales para poder determinar si el animal es portador del parásito.

Aunque la leishmaniosis puede afectar a cualquier perro, hay diferencias en cuanto a la raza, sexo o edad, siendo más susceptibles los pastores alemanes y bóxer, machos, y menores de 3 años, o a partir de 8.

El primer síntoma clínico más habitual es la pérdida de pelo, sobre todo alrededor de los ojos, orejas y la nariz. Según la enfermedad va avanzando, el perro pierde peso aunque no pierde el apetito. Son habituales la linfoadenomegalia y el crecimiento desmesurado de las uñas (onicogriposis), así como las heridas en la piel que no cicatrizan, especialmente en la cabeza y las patas en las áreas donde el perro está en contacto con el suelo al tumbarse o sentarse. También se puede observar atrofia muscular, letargia, cojera o inflamación articular, epistaxis, hiperqueratosis nasodigital, lesiones palpebrales o conjuntivales. Cuando el cuadro se vuelve crónico, éste se complica con síntomas relacionados con insuficiencia renal en muchos casos.

Prevención de la leishmaniosis en el perro

Si el perro no recibe protección alguna, tiene un riesgo de hasta un 20% de que contraiga la enfermedad, riesgo que aumenta si permanece en zonas rurales y periurbanas, en regiones cálidas y está fuera de casa al anochecer.

  • Es recomendable efectuar revisiones anuales en su veterinario. Es muy importante saber si el perro vive o ha estado en áreas endémicas de leishmaniosis canina, si ha podido estar expuesto a los vectores transmisores, o si ha recibido tratamientos que puedan alterar el funcionamiento de su sistema inmunitario. La anamnesis se completa con la descripción de los signos clínicos que ha detectado el propietario en su perro y que pueden ser compatibles con la leishmaniosis canina. Se aconseja realizar un test serológico después de la temporada de actividad del mosquito (mediados-finales de octubre).
  • Aplicar periódicamente, según paute su veterinario, repelentes en los perros para protegerlos de las picaduras de los mosquitos, como son el empleo de collares y pipetas antiparasitarias. El último avance tecnológico es un collar con una eficacia demostrada del 95% frente a las picaduras de flebotomos. De igual modo se pueden utilizar insecticidas de acción prolongada, pinturas insecticidas de contacto, o mosquiteras, en las zonas de descanso de los perros (casetas...).
  • Evitar que el perro duerma en el exterior de la vivienda durante la noche, o en lugares con mayor probabilidad de ser picado por el mosquito.
  • Dada la posibilidad de transmisión vertical de la enfermedad, la esterilización se contempla como una medida profiláctica.
  • Es muy importante seguir las medidas preventivas en todo momento (collares, pipetas, insecticidas) independientemente de que el animal esté enfermo y sea sintomático o no, para evitar la transmisión del parásito desde el perro a un nuevo flebotomo, que podría infectar a otras personas o animales.
  • Existe una vacuna disponible contra la leishmaniosis canina, está indicada para la inmunización activa de perros a partir de los 6 meses de edad, y que sean negativos a las pruebas diagnósticas frente a Leishmania. Reduce el riesgo de infección en el perro y la sintomatología caso de producirse un contacto posterior con el parásito. Consulte con su veterinario la disponibilidad y protección que proporciona.

Diagnóstico de la leishmaniosis en el perro

El test serológico es uno de los métodos más usados. Hay que tener en cuenta que este test no es un método fiable para detectar la enfermedad en fases tempranas, ya que el nivel de anticuerpos puede ser muy bajo o la enfermedad estar en proceso de incubación. Existen unos “kits rápidos” que dan un resultado en sólo 10 minutos. El veterinario tomará una pequeña muestra de sangre y el kit rápido detectará si hay presencia de anticuerpos de Leishmania. Tiene una buena eficacia, pero no es un método 100% fiable, ya que tampoco informan del estado de infección ni la cantidad de protozoos encontrados.

El examen parasitológico consiste en tomar una muestra de la médula ósea o tejido de los nódulos linfáticos y examinarlos bajo el microscopio. Ésta sería la muestra más fiable, pero su extracción es más complicada y requiere de un equipamiento de laboratorio más completo.

Las técnicas moleculares (PCR) son fiables, si bien resultan más caras

Tratamiento de la leishmaniosis en el perro

La leishmaniosis es una enfermedad que causa la muerte a la mayoría de los perros afectados y que no reciban tratamiento y vigilancia posterior. Los tratamientos frente a Leishmania únicamente suprimen los síntomas y alargan la vida del animal pero muy raras veces eliminan el parásito.

En caso de padecer la enfermedad, su veterinario deberá prescribirle un tratamiento. Si bien no cura la enfermedad (muy raras veces eliminan el parásito), es paliativo de la sintomatología clínica, alarga la vida del animal y limita el riesgo de transmisión, mejorando la calidad de vida del animal. El tratamiento deberá ser constante durante toda la vida del animal, necesitando de controles periódicos. En determinadas circunstancias se podrá valorar la eutanasia del animal.

Los fármacos usados para el tratamiento de la leishmaniasis son:

Antimoniales de Meglumina: actúan como parasiticida, evitando la multiplicación de células y replicación de su ADN, dificultando la reproducción del parásito.

Otros medicamentos son la Anfotericina B, Pentamidina, Aminosidina, Miltefosina y Alopurinol (parasitoestático, que altera el ARN del parásito).

Hasta el momento los fármacos más usados en Europa son el antimoniato de meglumina, con o sin alopurinol. Después de la resolución de los síntomas clínicos el alopurinol es usado como terapia de mantenimiento, frecuentemente de por vida, lo que previene recaídas.

Dichas recaídas son frecuentes después del tratamiento, y muchos de los fármacos tienen efectos secundarios importantes. En los últimos años los periodos de tratamiento se han visto prolongados, esto puede ser debido a la resistencia desarrollada por el parásito frente a los fármacos usados comúnmente, por lo que para prevenir la progresión de dichas resistencias deberían emplearse distintos fármacos tanto en perros como en humanos.

Referencias